viernes, 16 de agosto de 2013

Texto presentado en el 2º. Foro de Psicoanálisis llevado a cabo en Tlaxcala, Tlax. El sábado 8 de Junio de 2013.

VICISITUDES DEL EJERCICIO ANALÍTICO EN UN HOSPITAL
Por el Mtro. Juan José Galeazzi Julián

                1-En primer lugar es de agradecer a los organizadores de este segundo foro su convocatoria, (vocare= vocación del lat. Vocatio – onies =acción de llamar), que nos permite:

                i-el establecimiento de un lazo o vínculo social derivado de nuestro discursar analítico.

                ii-La creación de espacios que nos permite la reflexión permanente sobre la practica clínica psicoanalítica que impida su detenimiento y que permita el florecimiento de interrogantes sobre lo que Lacan denomina como “aquello que no marcha” y que como sabemos es el pan de cada día del Psicoanalista, aunque en ocasiones no dé para el pan de cada día.

                iii-Gracias  por la invitación y felicitaciones a los compañeros Alejandro y Lory por su esfuerzo encaminado a la difusión , extensión y organización de un espacio que permita la trasmisión del psicoanálisis en este Estado, hago votos por que este sea el primero de muchos foros que den fe con cada celebración, del robustecimiento de esta labor de alumbramiento .

                iv-Y gracias por supuesto a todos los que nos acompañan por permitirnos testimoniar desde la singularidad de nuestra palabra y de nuestros impases, nuestra relación con el psicoanálisis.


2- Porque escogí el término vicisitudes? Este término viene del lat. Vicis = vez = turno, alternativa, “función, lugar  o puesto que uno ocupa” y en la actualidad y de acuerdo con el Diccionario enciclopedia Salvat, se refiere a la inconstancia o alternativa de sucesos prósperos y adversos.

Así pues, me propongo compartir con ustedes, adversidades, alternativas y limitantes que mi práctica psicoanalítica encuentra en una institución sustentada en una estructura en la cual los elementos que la componen no suelen propiciar variantes que cuestionen su posición de Amo en torno a un pretendido saber sobre el sufrimiento humano y del cual no quieren saber nada acerca del saber que podría aportar el sujeto portador de ese sufrimiento. Como podrán comprender, tampoco esta institución verá con buenos ojos a alguien que en su afán de prosperar se aferra a una teoría y método de investigación cuya función y destino es mover a contradicción a los hombres e irritarlos (S. Freud “El malestar en la cultura”), al diferir en su mirada clínica, de sus pretensiones homogeneizantes en los modos de concebir, tratar y curar el padecimiento, en particular el anímico, de ese incomodo ser llamado hombre.

2.1- Una primera vicisitud tiene que ver con el “lugar y puesto” que ocupo en la institución, ya que si bien mi oficio pretende ser el de Psicoanalista, oficiosamente ante la institución mi titulo es de Psicólogo  y mi especialidad la clínica. De esta manera un psicólogo clínico con una formación psicoanalítica tiene diversas posibilidades de participación en un hospital general con pretensiones de escuela universitaria. Puede atender pacientes con enfermedades somáticas; intervenir en la enseñanza; en la formación e investigación medica; en la interconsulta  medico-psicológica; la consulta ante pacientes derivados por su enfermedad somática; o por la turbación, desconcierto o impotencia del medico ante un cuadro atiborrado de datos de laboratorio, placas, diagnósticos, pero carente en absoluto de la palabra del sufriente; o bien participar en la consulta de pacientes que por derecho propio solicitan un espacio para hablar, bien sea porque no lo pueden hacer ante o con el medico. O porque tiene la sensación,-las mas de las veces vaga-, de tener que hablar de lo que les pasa y no solo en su cuerpo sino de un mas allá que paradójicamente se encuentra mas acá de lo que ellos se imaginan.
 Se puede ver que los temas son diversos y demasiado amplios como para ser abordados en el tiempo que tenemos asignado, por lo que me veo forzado a hacer un recorte y centrar mis reflexiones exclusivamente en torno a las vicisitudes que surgen con los pacientes que motu proprio solicita la consulta y de manera tangencial las vicisitudes que saltan con los pacientes derivados por los médicos.

2.2- Desde hace mucho tiempo y a manera de lugar común se escucha una frase muy trillada entre las filas psicoanalíticas y se refiere a que la practica analítica en el hospital no es posible, y el primero en padecer de estos rigores fue el propio Freud, quien entre otras cosas es pionero en señalar que la medicina guarda respecto al paciente una posición radicalmente diferente a la del psicoanálisis.

En efecto , si la medicina y el psicoanálisis se acercan al humano  porque éste se encuentra en cama y exhibe síntomas de un padecer, de algo que no marcha, pareciera que este acercamiento permitiría un encuentro entre estas disciplinas, sin embargo esto no es así y por el contrario justo ahí empieza el desencuentro, porque para la medicina el síntoma solo es considerado un signo observable y propenso a integrarse a un cuadro nosográfico predeterminado que permitirá el examen de individuos a fin de realizar un diagnostico, un tratamiento y con frecuencia en el colmo de la omnipotencia un pronostico acerca del devenir del portador del síntoma, por lo que restan importancia a todo aquello que no pueda clasificarse o definirse.

De manera mas  especifica, la psiquiatría , esa rama de la medicina que intrusivamente pretende explicar y las mas de las veces manipular lo subjetivo con categorías mecanico-biologicistas, se ha convertido en la máxima expresión del horror del mundo postmoderno ante todo malestar provocado por la cultura y , ante todo acto que apenas insinué bordear los lindero de la norma social y que se exprese sintomáticamente, esgrime una presunta postura samaritana de curar, entendiendo al malestar como una enfermedad, nunca derivada de lo cultural sino, siempre de alguna entelequia biológico química, convirtiéndose  en los modernos alquimistas que enarbolando el lema “muerto el perro se acabo la rabia” se han dado a la jugo$a misión de acallar o mejor dicho ignorar el síntoma, vía promoción hasta el hartazgoce de la farmacodependencia , paradojas de la vida; suelen ser los mismos que encabezan alguna que otra campaña del tipo “come frutas y verduras di no a la drogas”, se entiende en este contexto la aseveración de Jacques Nassif en el sentido de que “no hay discurso mas legalista que el del Amo, aun cuando cometa las extorsiones mas inicuas y Mas evidentes. Siempre habrá un jurista que legitime el discurso de Amo. ( J. Nassif “Ni contrato ni Institución: lo practicable”).

Pero no solo nos las tenemos que ver en el ámbito hospitalario con el discurso medico psiquiátrico, sino también con sus epígonos del lado de la psicología, que haciendo síntoma de ese afán postmoderno de la comodidad a toda costa, despliegan día a día una enorme variedad de versiones del mismo deseo: acallar el malestar hecho síntoma a través de las más disímbolas estrategias hechas a la medida del cliente y de cómo a este le acomode  mejor , así observamos desde los masajes terapéuticos, aromáticos, virtuales, pasando por las terapias breves y brevísimas que tendrían en común con los esfuerzos psiquiátricos, la pretensión de acallar al sujeto u su malestar, estos profesionales de la salud esgrimen el señuelo de la felicidad y la armonía y al grito de “ si se puede” invitan al paciente a hacer circo , maroma y psicoteatro.
Pero, ¿ y el psicoanálisis? ¿Qué dice y como encara el síntoma?
Para el psicoanálisis el síntoma es algo que se aprecia desde una perspectiva radicalmente diferente, puesto que es el lenguaje cifrado de una verdad del sujeto, por lo que no se pretende en primera instancia eliminarlo, por el contrario se invita al sujeto que se permita hablar de él, que mediante una atenta escucha se revele la historia que lo formo y la labor del analista frente a este rebús es permitir que el sufriente traduzca su padecer en saber confiando en que el efecto y la consecuencia de tan minucioso trabajo devenga en una cura que no eliminación, al producirse el hallazgo de verdades particulares (la verdad no es ni buena ni mala, solo es la verdad) que produzcan un saber propio, singular y reacio a toda clasificación, o comprensión  priori, se trata pues de contribuir al “discernimiento de cosas (encapsuladas en el síntoma) que importan y que cuando se haya tomado consciencia de ellas serán de gran envergadura. (Jacques Lacan. Apertura de la sesión clínica. Ornicar, abril 1977), de esta manera es como entiendo la puesta en acto de la ascesis freudiana “Wo es war, sull ich werden” Ahí donde ello era, ahí debo yo llegar a ser”.

Se ve por este sesgo la enorme contradicción existente entre la clínica psicoanalítica y los diversos señuelos con los que se pretende seguir em-barrando al sujeto, esta pregona desde Freud que terapear lo psíquico no vale la pena, ni tampoco apresurarse a curar preso de un furor sanandis, ni sugerir ni convencer, basta con dialectizar la palabra del sujeto en una practica delirante pues esto es lo mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa incomoda situación de ser hombre. J.Lacan  ídem).

2.3- Así las cosas y ante tan antagónicos  enfoques , estando en la casa del Amo , supuesto poseedor del saber sobre la salud y la cura , se desgarran preguntas como ¿hasta donde es posible la intervención psicoanalítica y la articulación difícil pero posible con la medicina cuando la practica se realiza a nivel institucional?, ¿Cómo intervenir y reconocer los alcances y los limites ante la diversidad de demandas asistenciales  que un servicio de consulta externa recibe, tales como tratamiento individual, familiar, de pareja, o grupal o por parte de sujetos con enfermedades somáticas?

Si bien de la practica de psicoanálisis en el hospital y en particular en un servicio de esta naturaleza no hay a la fecha  (tal vez exista pero ignoro) una teoría en la cual sustentarse, se antoja  y se hace necesario problematizar su teorización.
                                                             

Pienso que algunos supuestos que pueden contribuir a ella sin pretensión de agotarlos puede ser , por ejemplo:

Ø  Ante tanta diversidad de demandas de asistencia habremos de recordar que ya el fundador de nuestra practica señalaba que el psicoanálisis no es par todos, por lo que se impone aun en el trabajo institucional una labor similar a la que se realiza en el consultorio particular , de selección de pacientes que eventualmente reúnan las condiciones mínimas deseables para poder abrirle las puertas a un trabajo de escucha con orientación analítica, aun sin que se reúnan todas las condiciones para una cura psicoanalítica rigurosa, pienso en las dificultades que impone el análisis de las transferencias y su resolución, aunque pienso que no son las mismas dificultades en el momento de la interpretación del conflicto inconsciente , en particular si lo que nos ofrece el sujeto y lo que nos pide trabajar es su malestar por no saber porque no marcha algo en él, lo que nos permitirá jugar nuestra apuesta  y agarrarnos del hilo de Ariadna que nos permita ocuparnos de eso que es necesario llamar con Lacan por su nombre: lo Real.
Ø  De donde se puede derivar el supuesto de que nuestra función ahí es crear condiciones de simbolización, cuyas fallas se manifiestan en lo que debiera ser un encuentro y que termina por ser desencuentro entre el cuerpo real del sufriente y el cuerpo medico. Se trata a mi entender de promover desde la oferta publica de salud la generación de una demanda particular de otro a otro, que le posibilite al primero construir desde su no sé inicial con el que arropa su síntoma, algo nuevo que haga de su síntoma un interlocutor que aliente la búsqueda de su particular y singular verdad que produzca un saber de sí mismo.
Ø  Si desde Freud se nos instaba a que no vaciláramos en delirar y si con Lacan hemos escuchado que el analista en ningún caso debe retroceder ante cuestiones murciélago tales como la psicosis, creo que en este contexto lo menos que se puede esperar de no, es caer en la indiferencia ante los obstáculos locos de la institución, o ante las pretensiones iatrogénicas de los médicos, o ante la recurrencia creciente al silencio por parte de los psiquiatras, o ante la complicidad y subordinación de los psicólogos, o ante, incluso, de ciertos psicoanalistas que, angustiados de perder el “oro puro” del análisis, descartan la problematización del quehacer del analista en este ámbito sin duda alguna asfixiante, pero que nos invita de mil formas a intentar ahí la promoción de los efectos del análisis.  En fin, que ninguna de estas dificultades suponga la emergencia de la resistencia única que cuenta:  la del analista.
Ø  Y, por supuesto, no podría faltar ese Atlas que sustente esta labor y que conocemos como el deseo del analista que es deseo entre otras cosas de sostener la demanda del sufriente que, sin saber, busca la restitución de algo que ha perdido irremediablemente,  pero ante lo que se siente vinculado en lo más hondo de su ser toda su vida.  Deseo que posibilite visualizar nuevos horizontes que le otorgue al sufriente la oportunidad de ser sujeto con pleno derecho a “llegar a ser lo que se es” Lacan.

Ø  Así, podemos afrontar a la demanda de la institución hospitalaria promoviendo la ética del deseo como una opción de cura en donde cada sujeto, al analizar su propia historia, sea capaz de transformar las determinaciones transmitidas que lo sumieron en el lodo de su malestar y obstaculizan su vocación. 

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