Texto presentado en
el 2º. Foro de Psicoanálisis llevado a cabo en Tlaxcala, Tlax. El sábado 8 de
Junio de 2013.
VICISITUDES DEL EJERCICIO ANALÍTICO EN UN
HOSPITAL
Por el Mtro. Juan José Galeazzi Julián
1-En primer lugar es de
agradecer a los organizadores de este segundo foro su convocatoria, (vocare=
vocación del lat. Vocatio – onies =acción de llamar), que nos permite:
i-el establecimiento de un lazo
o vínculo social derivado de nuestro discursar analítico.
ii-La creación de espacios que
nos permite la reflexión permanente sobre la practica clínica psicoanalítica
que impida su detenimiento y que permita el florecimiento de interrogantes
sobre lo que Lacan denomina como “aquello que no marcha” y que como sabemos es
el pan de cada día del Psicoanalista, aunque en ocasiones no dé para el pan de
cada día.
iii-Gracias por la invitación y felicitaciones a los
compañeros Alejandro y Lory por su esfuerzo encaminado a la difusión , extensión
y organización de un espacio que permita la trasmisión del psicoanálisis en
este Estado, hago votos por que este sea el primero de muchos foros que den fe
con cada celebración, del robustecimiento de esta labor de alumbramiento .
iv-Y gracias por supuesto a
todos los que nos acompañan por permitirnos testimoniar desde la singularidad
de nuestra palabra y de nuestros impases, nuestra relación con el
psicoanálisis.
2- Porque escogí
el término vicisitudes? Este término viene del lat. Vicis = vez = turno,
alternativa, “función, lugar o puesto
que uno ocupa” y en la actualidad y de acuerdo con el Diccionario enciclopedia
Salvat, se refiere a la inconstancia o alternativa de sucesos prósperos y
adversos.
Así pues, me propongo
compartir con ustedes, adversidades, alternativas y limitantes que mi práctica
psicoanalítica encuentra en una institución sustentada en una estructura en la
cual los elementos que la componen no suelen propiciar variantes que cuestionen
su posición de Amo en torno a un pretendido saber sobre el sufrimiento humano y
del cual no quieren saber nada acerca del saber que podría aportar el sujeto
portador de ese sufrimiento. Como podrán comprender, tampoco esta institución
verá con buenos ojos a alguien que en su afán de prosperar se aferra a una
teoría y método de investigación cuya función y destino es mover a
contradicción a los hombres e irritarlos (S. Freud “El malestar en la
cultura”), al diferir en su mirada clínica, de sus pretensiones homogeneizantes
en los modos de concebir, tratar y curar el padecimiento, en particular el
anímico, de ese incomodo ser llamado hombre.
2.1- Una primera
vicisitud tiene que ver con el “lugar y puesto” que ocupo en la institución, ya
que si bien mi oficio pretende ser el de Psicoanalista, oficiosamente ante la
institución mi titulo es de Psicólogo y
mi especialidad la clínica. De esta manera un psicólogo clínico con una
formación psicoanalítica tiene diversas posibilidades de participación en un
hospital general con pretensiones de escuela universitaria. Puede atender
pacientes con enfermedades somáticas; intervenir en la enseñanza; en la
formación e investigación medica; en la interconsulta medico-psicológica; la consulta ante
pacientes derivados por su enfermedad somática; o por la turbación,
desconcierto o impotencia del medico ante un cuadro atiborrado de datos de
laboratorio, placas, diagnósticos, pero carente en absoluto de la palabra del
sufriente; o bien participar en la consulta de pacientes que por derecho propio
solicitan un espacio para hablar, bien sea porque no lo pueden hacer ante o con
el medico. O porque tiene la sensación,-las mas de las veces vaga-, de tener
que hablar de lo que les pasa y no solo en su cuerpo sino de un mas allá que
paradójicamente se encuentra mas acá de lo que ellos se imaginan.
Se puede ver que los temas son diversos y
demasiado amplios como para ser abordados en el tiempo que tenemos asignado,
por lo que me veo forzado a hacer un recorte y centrar mis reflexiones
exclusivamente en torno a las vicisitudes que surgen con los pacientes que motu
proprio solicita la consulta y de manera tangencial las vicisitudes que saltan
con los pacientes derivados por los médicos.
2.2- Desde hace
mucho tiempo y a manera de lugar común se escucha una frase muy trillada entre
las filas psicoanalíticas y se refiere a que la practica analítica en el
hospital no es posible, y el primero en padecer de estos rigores fue el propio
Freud, quien entre otras cosas es pionero en señalar que la medicina guarda
respecto al paciente una posición radicalmente diferente a la del psicoanálisis.
En efecto , si
la medicina y el psicoanálisis se acercan al humano porque éste se encuentra en cama y exhibe
síntomas de un padecer, de algo que no marcha, pareciera que este acercamiento
permitiría un encuentro entre estas disciplinas, sin embargo esto no es así y
por el contrario justo ahí empieza el desencuentro, porque para la medicina el
síntoma solo es considerado un signo observable y propenso a integrarse a un
cuadro nosográfico predeterminado que permitirá el examen de individuos a fin
de realizar un diagnostico, un tratamiento y con frecuencia en el colmo de la
omnipotencia un pronostico acerca del devenir del portador del síntoma, por lo
que restan importancia a todo aquello que no pueda clasificarse o definirse.
De manera
mas especifica, la psiquiatría , esa
rama de la medicina que intrusivamente pretende explicar y las mas de las veces
manipular lo subjetivo con categorías mecanico-biologicistas, se ha convertido
en la máxima expresión del horror del mundo postmoderno ante todo malestar
provocado por la cultura y , ante todo acto que apenas insinué bordear los
lindero de la norma social y que se exprese sintomáticamente, esgrime una
presunta postura samaritana de curar, entendiendo al malestar como una
enfermedad, nunca derivada de lo cultural sino, siempre de alguna entelequia
biológico química, convirtiéndose en los
modernos alquimistas que enarbolando el lema “muerto el perro se acabo la
rabia” se han dado a la jugo$a misión de acallar o mejor dicho ignorar el
síntoma, vía promoción hasta el hartazgoce de la farmacodependencia , paradojas
de la vida; suelen ser los mismos que encabezan alguna que otra campaña del
tipo “come frutas y verduras di no a la drogas”, se entiende en este contexto
la aseveración de Jacques Nassif en el sentido de que “no hay discurso mas
legalista que el del Amo, aun cuando cometa las extorsiones mas inicuas y Mas
evidentes. Siempre habrá un jurista que legitime el discurso de Amo. ( J.
Nassif “Ni contrato ni Institución: lo practicable”).
Pero no solo nos
las tenemos que ver en el ámbito hospitalario con el discurso medico
psiquiátrico, sino también con sus epígonos del lado de la psicología, que
haciendo síntoma de ese afán postmoderno de la comodidad a toda costa,
despliegan día a día una enorme variedad de versiones del mismo deseo: acallar
el malestar hecho síntoma a través de las más disímbolas estrategias hechas a
la medida del cliente y de cómo a este le acomode mejor , así observamos desde los masajes
terapéuticos, aromáticos, virtuales, pasando por las terapias breves y
brevísimas que tendrían en común con los esfuerzos psiquiátricos, la pretensión
de acallar al sujeto u su malestar, estos profesionales de la salud esgrimen el
señuelo de la felicidad y la armonía y al grito de “ si se puede” invitan al
paciente a hacer circo , maroma y psicoteatro.
Pero, ¿ y el
psicoanálisis? ¿Qué dice y como encara el síntoma?
Para el
psicoanálisis el síntoma es algo que se aprecia desde una perspectiva
radicalmente diferente, puesto que es el lenguaje cifrado de una verdad del
sujeto, por lo que no se pretende en primera instancia eliminarlo, por el
contrario se invita al sujeto que se permita hablar de él, que mediante una
atenta escucha se revele la historia que lo formo y la labor del analista
frente a este rebús es permitir que el sufriente traduzca su padecer en saber
confiando en que el efecto y la consecuencia de tan minucioso trabajo devenga
en una cura que no eliminación, al producirse el hallazgo de verdades
particulares (la verdad no es ni buena ni mala, solo es la verdad) que
produzcan un saber propio, singular y reacio a toda clasificación, o
comprensión priori, se trata pues de
contribuir al “discernimiento de cosas (encapsuladas en el síntoma) que
importan y que cuando se haya tomado consciencia de ellas serán de gran
envergadura. (Jacques Lacan. Apertura de la sesión clínica. Ornicar, abril
1977), de esta manera es como entiendo la puesta en acto de la ascesis
freudiana “Wo es war, sull ich werden” Ahí donde ello era, ahí debo yo llegar a
ser”.
Se ve por este
sesgo la enorme contradicción existente entre la clínica psicoanalítica y los
diversos señuelos con los que se pretende seguir em-barrando al sujeto, esta
pregona desde Freud que terapear lo psíquico no vale la pena, ni tampoco
apresurarse a curar preso de un furor sanandis, ni sugerir ni convencer, basta
con dialectizar la palabra del sujeto en una practica delirante pues esto es lo
mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa incomoda
situación de ser hombre. J.Lacan ídem).
2.3- Así las
cosas y ante tan antagónicos enfoques ,
estando en la casa del Amo , supuesto poseedor del saber sobre la salud y la
cura , se desgarran preguntas como ¿hasta donde es posible la intervención
psicoanalítica y la articulación difícil pero posible con la medicina cuando la
practica se realiza a nivel institucional?, ¿Cómo intervenir y reconocer los
alcances y los limites ante la diversidad de demandas asistenciales que un servicio de consulta externa recibe,
tales como tratamiento individual, familiar, de pareja, o grupal o por parte de
sujetos con enfermedades somáticas?
Si bien de la
practica de psicoanálisis en el hospital y en particular en un servicio de esta
naturaleza no hay a la fecha (tal vez
exista pero ignoro) una teoría en la cual sustentarse, se antoja y se hace necesario problematizar su
teorización.
Pienso
que algunos supuestos que pueden contribuir a ella sin pretensión de agotarlos
puede ser , por ejemplo:
Ø
Ante tanta diversidad de demandas de asistencia
habremos de recordar que ya el fundador de nuestra practica señalaba que el
psicoanálisis no es par todos, por lo que se impone aun en el trabajo
institucional una labor similar a la que se realiza en el consultorio
particular , de selección de pacientes que eventualmente reúnan las condiciones
mínimas deseables para poder abrirle las puertas a un trabajo de escucha con
orientación analítica, aun sin que se reúnan todas las condiciones para una cura
psicoanalítica rigurosa, pienso en las dificultades que impone el análisis de
las transferencias y su resolución, aunque pienso que no son las mismas
dificultades en el momento de la interpretación del conflicto inconsciente , en
particular si lo que nos ofrece el sujeto y lo que nos pide trabajar es su
malestar por no saber porque no marcha algo en él, lo que nos permitirá jugar
nuestra apuesta y agarrarnos del hilo de
Ariadna que nos permita ocuparnos de eso que es necesario llamar con Lacan por
su nombre: lo Real.
Ø
De donde se puede derivar el supuesto de que
nuestra función ahí es crear condiciones de simbolización, cuyas fallas se
manifiestan en lo que debiera ser un encuentro y que termina por ser
desencuentro entre el cuerpo real del sufriente y el cuerpo medico. Se trata a
mi entender de promover desde la oferta publica de salud la generación de una
demanda particular de otro a otro, que le posibilite al primero construir desde
su no sé inicial con el que arropa su síntoma, algo nuevo que haga de su
síntoma un interlocutor que aliente la búsqueda de su particular y singular
verdad que produzca un saber de sí mismo.
Ø
Si desde Freud se nos instaba a que no
vaciláramos en delirar y si con Lacan hemos escuchado que el analista en ningún
caso debe retroceder ante cuestiones murciélago tales como la psicosis, creo
que en este contexto lo menos que se puede esperar de no, es caer en la
indiferencia ante los obstáculos locos de la institución, o ante las
pretensiones iatrogénicas de los médicos, o ante la recurrencia creciente al
silencio por parte de los psiquiatras, o ante la complicidad y subordinación de
los psicólogos, o ante, incluso, de ciertos psicoanalistas que, angustiados de
perder el “oro puro” del análisis, descartan la problematización del quehacer
del analista en este ámbito sin duda alguna asfixiante, pero que nos invita de
mil formas a intentar ahí la promoción de los efectos del análisis. En fin, que ninguna de estas dificultades
suponga la emergencia de la resistencia única que cuenta: la del analista.
Ø
Y, por supuesto, no podría faltar ese Atlas que
sustente esta labor y que conocemos como el deseo del analista que es deseo
entre otras cosas de sostener la demanda del sufriente que, sin saber, busca la
restitución de algo que ha perdido irremediablemente, pero ante lo que se siente vinculado en lo
más hondo de su ser toda su vida. Deseo
que posibilite visualizar nuevos horizontes que le otorgue al sufriente la
oportunidad de ser sujeto con pleno derecho a “llegar a ser lo que se es” Lacan.
Ø
Así, podemos afrontar a la demanda de la
institución hospitalaria promoviendo la ética del deseo como una opción de cura
en donde cada sujeto, al analizar su propia historia, sea capaz de transformar
las determinaciones transmitidas que lo sumieron en el lodo de su malestar y
obstaculizan su vocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario